19 de enero de 2012

Mamaela


María tenía un don. Desde muy chiquita le salía leche de las mamas y por eso la pusieron de mote Mamaela, María la Mamaela. Nadie sabía cómo no teniendo hijos, Mamaela podía tener siempre leche. Por eso las madres que no tenían, se los daban a ella para que los amamantase. Lo que nadie sabía es que la leche de Mamaela era una leche encantada y todo aquel que la probaba le salían más pronto o más tarde unas enormes alas. Y los niños cuando crecieron empezaron a querer volar y las madres, enfurecidas, echaron a Mamaela del pueblo por su culpa de su leche “encantada.” Mamaela no sabía aquel misterio pero os lo voy a contar… Una noche, mientras Mamela dormía, entró un pájaro por su ventana y se puso a mamar. Le empezaron a crecer tanto las alas que como agradecimiento, decidió que su leche siempre haría crecer alas. Por eso, el día que la echaron del pueblo, apareció un enorme pájaro sobrevolando su cabeza y aterrizó en medio del camino. “Súbete, la dijo, yo te llevaré donde quieran tu magia.” Y Mamaela, sin pensárselo dos veces, se subió en él y por fin voló. Y voló tan tan tan alto que amamantó al cielo y crecieron unas grandes nubes, esponjosas y tiernas como el pan. Y voló aún más alto y de la emoción, dio de mamar a la galaxia donde había llegado y las gotas derramadas formaron la Vía Láctea. Y algunas gotas bajaron y se convirtieron en estrellas. Y la luna, que estaba sola en el cielo en aquel entonces, de la alegría se volvió llena. Y Mamaela se convirtió de esa manera en la Mamá del Mundo. ¿Qué mejor hijo que el mundo? Y el mundo la abrazó tan fuerte que jamás volvió a sentir más pena.

Se pueden hacer mil variaciones del cuento… A vosotros de hacerlas a la hora de contarla o reescribirla.

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